miércoles, 31 de octubre de 2012

Bolivia: Navidad: consumir e importar


El 75 por ciento del ingreso generado en el último trimestre del año, es destinado al consumo de los hogares y familias bolivianas. Definitivamente, es un fenómeno repetidamente estudiado y explicado por los economistas, entre los que se destacan, por sus aportes a esta temática, personajes como Modigliani, Fisher o Friedman. Así, el consumo promedio no depende del ingreso transitorio, sino del ingreso permanente de la personas. Es decir, las personas consumen en función al nivel de riqueza o al nivel de ingresos esperados en el futuro. Como los bolivianos no estamos al margen de esta realidad, este fenómeno se ha repetido durante años y se espera que se vuelva a cumplir en la Navidad del 2012.
A algunos, tal vez, les parezca más apropiado hablar de cuán importante es la producción y la exportación para el país, ya que, por el efecto de algunas creencias procedentes del puro “mercantilismo”, el consumir e importar son palabras que no se deben pronunciar. No obstante, quisiera detenerme a considerar, con el permiso del lector y con el perdón de a quienes la palabra consumo e importación les produce urticaria, la importancia para nuestro país de esas variables.
Las personas necesitan satisfacer sus necesidades (comida, vestimenta, diversión, etc.) y para eso trabajan. En otras palabras, producen, ofrecen sus servicios profesionales en el mercado laboral o instalan un negocio que les permita obtener una renta que pueda cubrir las necesidades mencionadas. Con el producto de su trabajo, esas personas tienen la capacidad de comprar bienes, elaborados por otros, para sus hogares. A nadie se le ocurriría trabajar (producir) y ofrecer bienes y servicios en el mercado laboral (exportar) si no puede satisfacer sus necesidades (consumo) con ese trabajo, si no puede comprar otros bienes y servicios para su hogar (importar).
Eso es lo que pasa con un país. Para satisfacer las necesidades de los habitantes, el país tendrá que producir, siempre y cuando la producción permita consumir e importar lo más que se pueda. De lo contrario, empobrecemos a los habitantes. Si la producción no sirve para maximizar el consumo y la importación, estaríamos trabajando al “cuete”. Cuando hablamos de consumo, no solamente nos referimos al consumo presente, sino también al consumo futuro. Implícitamente hablamos del ahorro, pues al ahorrar dejamos de consumir hoy para consumir mañana.
Así, poner el énfasis solamente en la producción puede llevarnos a la catástrofe, como a la persona que trabaja por trabajar, el país que produce por producir cae en “depresión”. Si el énfasis se pone solamente en la producción, algunos se enorgullecerán de que en nuestro país se pongan fábricas e industrias y seamos autosuficientes en la producción de alimentos, dejando de lado lo que cuesta darnos ese lujo, minimizando la capacidad de consumo de los habitantes.
En temas de comercio internacional pasa lo mismo, si limitamos las exportaciones, limitaremos la capacidad de consumo de los habitantes, limitaremos las importaciones. Si limitamos las importaciones, limitaremos las exportaciones. A nadie le gusta trabajar por trabajar.
Cuando al final del año celebremos las fiestas de Navidad, acuérdese de que las limitaciones (involuntarias) o cosas faltantes en su consumo tienen su origen en la ideas de fomentar la producción a toda costa y limitar las importaciones.

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